Un día de contrastes muy marcados, primero la alegría que sentí de poder conocer a una personita que me simpatiza mucho y que nos contactamos en la red.
Pero cuando iba al lugar de encuentro entra una llamada, era Laura, la hermana de Tinta, al inicio pensé que era para saludarme e invitarme a Zacoalco; no, en esta ocasión llamó para darme la noticia que más temí en varios meses y que la verdad no quería escuchar: Había fallecido Don Beto.
Trataba de mantener la cordura ante lo fuerte de la noticia, pero la verdad es que le cogí mucho afecto al señor (aún me sorprende cómo me afectó más la pérdida de Don Beto que la pérdida de una tía o de un primo acaecidas hace un año y hace casi 3 meses respectivamente).
Debo admitir que el temor se anidaba en mi interior porque sabía que innevitablemente vería a Tinta, pero afortunadamente no pensé mucho mi accionar, ante todo estaba mi lealtad hacia la familia que mis miedos o temores.
Cuando arribé a la casa, no hacía caso ya a mis pensamientos pesimistas, no era ni el lugar ni el momento. Me conmovió mucho ver que Doña Julia me vió y fue a abrazarme -un sentimiento puro del cual me doy cuenta de que soy bastante apreciado en esa familia-; en eso, giro mi cabeza y a escasos 2 metros estaba Julieta, cuando le di el pésame, ella me abrazó y en ese abrazo sentí de nuevo el calor reconfortante (no niego que extrañaba mucho esa sensación), hablamos poco, ya que ella debía atender a las personas que iban llegando al velorio.
Al menos en este post no quiero hablar de otra cosa que lo triste que me siento de la pérdida de Don Beto.
Descanse En Paz...
Trataba de mantener la cordura ante lo fuerte de la noticia, pero la verdad es que le cogí mucho afecto al señor (aún me sorprende cómo me afectó más la pérdida de Don Beto que la pérdida de una tía o de un primo acaecidas hace un año y hace casi 3 meses respectivamente).
Debo admitir que el temor se anidaba en mi interior porque sabía que innevitablemente vería a Tinta, pero afortunadamente no pensé mucho mi accionar, ante todo estaba mi lealtad hacia la familia que mis miedos o temores.
Cuando arribé a la casa, no hacía caso ya a mis pensamientos pesimistas, no era ni el lugar ni el momento. Me conmovió mucho ver que Doña Julia me vió y fue a abrazarme -un sentimiento puro del cual me doy cuenta de que soy bastante apreciado en esa familia-; en eso, giro mi cabeza y a escasos 2 metros estaba Julieta, cuando le di el pésame, ella me abrazó y en ese abrazo sentí de nuevo el calor reconfortante (no niego que extrañaba mucho esa sensación), hablamos poco, ya que ella debía atender a las personas que iban llegando al velorio.
Al menos en este post no quiero hablar de otra cosa que lo triste que me siento de la pérdida de Don Beto.
Descanse En Paz...