La alcoba está limpia, por fin tuve la decencia de barrer el polvo acumulado de varios días, la pobre laptop en el escritorio me pide a gritos que la lleve a mantenimiento, pero al menos tendrá que esperar una semana más, no puedo ni debo separarme de la pobre de Cenobia.
Enciendo la radio, y como hecho a propósito, programan una canción que martillea mi cerebro con recuerdos de polaridades positivas y negativas. Salgo del baño y comienzo a vestirme... un breve pero sustancioso olor proveniente de la casa de al lado hace que una lágrima de tristeza esquíe por una parte de mi rostro hasta que en un movimiento casi instintivo mi mano la borra por completo.
Estos días han sido de bonanza en el despacho, creo que ni en mis más positivos pensamientos imaginé siquiera que podría alcanzar lo que he obtenido. Estoy feliz, hay muchos motivos para celebrar... pero no hay cómplice alguno. Recuerdo muy bien que no estaba soñando cuando envié un mensaje del móvil, pero la respuesta jamás llegó, tal vez de allí viene mi duda si estaba despierto o dormido.
Una llamada de larga distancia que recibí en la tarde fue un bálsamo en un lago hirviente de heridas, frases que soltaron mi sonrisa en más de una ocasión, pero que, una vez que cesaron, me devolvieron a mi angustiante rutina emocional en la que se ha atascado mi vida de tiempo atrás.
Por fortuna ha llegado la siempre bienvenida Dama Oscura, sé que ella nunca me falla, que al final de cada día extiende sus brazos para envolverme en un cálido abrazo hasta que por fin duermo... tan solo para abrir los ojos y comenzar de nueva cuenta este fastidioso ciclo al que le han llamado "día"... 26/07/2007


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