Cruel astrágalo de mi destino que marcas mis designios, a ti, que estás en las fraguas del infierno, te reto, !Belcebú! Creador del dolor que existe en el amor, ¡A ti te dedico esta alegoría! Quiero dejarte un pequeño testimonio del dolor que siento en mi corazón, es por eso que escribí para ti este ridículo réquiem perpetuo...
I
Desde esta mi posición transmundista, ascética, lóbrega, miro con melancolía las lascivas sombras de los álamos, siento la calma de los ingentes océanos y esta me apena y a la vez la envidio, quizás los podré algún día surcar otra vez con mis veleros. Veo mi incapacidad para doblar el recio roble y me siento impotente al ver cómo la necia ráfaga de viento lo pone a sus pies en medio de un ulular hilarante, un aullar noble que vehementemente me recuerda a la vil voluptuosidad humana. Soy la lasciva herrumbre de una cadena seca de mi vida, las argollas que me atan a la hoguera de mi desidia, la inenarrable e irrefutable historia de un pétreo sentir que me persigue, me acosa, y en mi soledad me acaricia. ¡Yo soy tu sacro error Satanás! ¡El blasfemo del dolor! Mis lágrimas son las ristras hedonistas de un abúlico ser que se ríe de la opacidad de ese áureo brillo que es la ambición, mis palabras, que auguran tu final, no necesitan público. Mi sangre bulle siempre curiosa en la imperecedera búsqueda de sombras que oscurezcan mi pensar en mi "póster trance" en el cual tus efímeras gárgolas no me han de atrapar ni en el más oscuro de los bosques; no, jamás se producirá ese lance...
II
¡Satán! Rey de las tinieblas, ¡Jezabel! Poseedor de las virtudes, ¡Belzebú! Creador de la duda dentro del amor, a ti te hablo sin temor, pero con arrogancia. Yo, el más lascivo entre los hombres, a ti te digo, con prepotencia, que en verdad tu no eres ningún Dios. Para demostrártelo te reto; toma mi razón, te regalo mi cuerpo; es más, te obsequio hasta mi alma, pero sólo me quedaré con el sentir de mi corazón. ¡Ja, Ja, Ja! Déjame reírme desde ahora de tu impotencia, ya que toda tu maldad no llegará a corromperme. Tendré bastante inmunidad hacia ti con mi inocencia ya que es necio tu pensar. Me río sin miedo de tu alegre reino y de tu infierno ya que sobre las llamas de tu horror llegaré a crear mi imperio con áridas llanuras jalonadas de calcinada vida, donde los lindos pegasos de tu dolor sangran sin cesar; en el cual las áureas vides de tu maldad se secan al sentir el negro odio de tu felicidad...
III
¡Dios! Poseedor de las virtudes, !Yavhé! Pastor de rebaños, ¡Padre! Supuesto predicador de la compasión, a ti te hablo en medio de risas mal contenidas. Tú me enviaste el rayo de mi destrucción en forma del peor de los demonios, ese "ángel caído" del amor que robó mi corazón, ese demonio soberbio que me ató y me hizo perder la razón. Ahora a ti te reto, no con mi razón, no con mi alma, ¡Sólo con la ira de mi pasión! Romperé los cristales que te encierran en tu paraíso de juguete y te acercaré a ella sólo para que veas mi realidad, te ataré a las fuentes de mi sentir sólo para que sientas mi "felicidad", para que la ames, para que no desees perderla, para que la sientas perecer, para que intentes recordarla; te ataré frente a las llamas de su olvido para que sientas como tu alma se consume; de tener la desesperación que inunda el alma cuando sientas que se aleja y que sepas que la pierdes... ¡Para que sufras por ella todo lo que sufro! Sé que en ese momento veré a Dios arrepentido y me reiré a carcajadas mientras veo como su sabia e infinita mirada de amor muere... 17/08/2001

No hay comentarios.:
Publicar un comentario