Una vez creí que era feliz, que el mundo giraba con armonía, donde la maldad forajida que se alberga en los corazones, era desterrada, aniquilada y olvidada. Una vez creí que amaba, que mi corazón latía por aquella niña con la emoción de un perro al ver a su dueño venir; creí entonces que lo negro era blanco y que mi ángel estaba allí. Una vez di toda mi sangre por la ilusión de tenerla tan solo a mi lado, de ofrendar en mi respirar mi alma entera a la felicidad efímera y falsa de ver aquellos ojos de mirada nostálgica y tierna, de consagrar mis sentimientos a la utopía de que ella me correspondiera. Pero la navaja muerde mi carne con ese bello filo de la verdad, golpeando con saña a mi razón, gritándome a todo pulmón la cruel realidad de mi soledad. Una vez creí que era correspondido, que cada palabra que ella me inspiraba a escribir provenía de la influencia casi divina que sobre mí ejercía. Una vez quise dar hasta el último aliento por aquel ser forajido que secuestró inmisericorde a mi razón, encerrándolo con inquina en la mazmorra de la soledad. Una vez sentí que todo mi esfuerzo valía la pena, pero tan solo una vez más, me equivoqué… 12-15/02/2003
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