Con la fría realidad asomándose por la ventana de mi habitación, veo como lentamente se derrumba lo construido a lo largo de catorce años, donde no me es posible distinguir lo verdadero de lo falso, allí donde el dolor del adiós inminente es del todo insoportable y el sentimiento de la ternura da paso a la indiferencia. Pero lo cierto es que el verdadero dolor radica en que las ocasiones en que pueda ver a mi retoño serán cada vez mas distanciadas (si de por si solo me dejan verla cuando se le antoja).
Ahora, los sentimientos encontrados son cada vez de mayor contraste, el dolor constante provoca que la parte dulce de mi esencia sea cada vez opacado por mi lado oscuro, que de manera tímida va regresando a mí, ordenando a mi cuerpo acciones caóticas; algunas aterradoras, otras todavía tiernas.
Honestamente, ignoro cuánto tiempo más podría soportar esta crisis, afortunadamente queda tatuada la imagen y sonidos de mi Ranita; de lo contrario, creo que hace tiempo habría hecho algo de lo que estaría seguramente arrepentido…
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