14 diciembre 2004

Día 54...

Con el alma hecha un nudo, me acerqué una vez más a donde estabas. No, ya no podía llorar, todas las lágrimas que tenía se fueron la noche de ayer. Tu cabello estaba hermosamente arreglado; parecía que irías a una gran cena de gala; tu rostro parecía el de una muñeca de porcelana, pálido, pero soberbiamente hermoso; ¡No podía hacer algo menos que admirarte! ...Y el monólogo comenzó. Comenzé con acercarme a tu oido y decirte con una ternura casi infinita lo mucho que te he amado; mis manos comenzaron a sudar, no podía negar que estaban saliendo todas esas emociones y pasiones que inconcientemente había reprimido antes. Tu rostro era como un poderoso imán para mis ojos y tus labios me retaban a besarlos; mi mano comenzó a deshacer levemente tu peinado y yo quería seguir hablándote, de mis planes y de que en todos ellos estabas. Y ya no pude contenerme más, acerqué mis labios a los tuyos y te di mi mejor beso; aunque sabía que no me responderías, quise abrazarte y comenzé a decir que no era cierto, ¡Que todo debía ser un error, que era tu cama y no un féretro en donde dormías! No, ¡Tú no podías estar muerta! Recuerda que hicimos una promesa, ¡No debes romperla! Tus familiares trataban en vano de separarme, me decían que no hiciera más doloroso para ellos lo inevitable. Al movimiento de cabeza de uno de tus hermanos comenzaron a deslizarte a tu nueva morada; yo no quise que nadie más tocara tu rostro, ni dejé que al menos se acercaran a verte; te juro amor que yo creí que ya no tenía más lágrimas, pero créeme, antes que me diera cuenta, ya corría sobre mi rostro un río de ellas. Antes de que detuvieran tu descenso, tomé un montón de tierra y lo arrojé a tu caja de cristal ¡Aún en los momentos del adiós te veías divina! A pesar de que ver lo que sucedía, no podía creer que te estaba perdiendo, pero te aseguro que la promesa que hicimos la cumpliré: estaremos juntos aún después de esta vida, como una vez nos lo dijimos, como siempre lo soñamos... 05/11/2001

No hay comentarios.: