Veo las puertas cerrarse a mi alrededor, rebusco en mis bolsillos, pero no tienen llaves; son huecos solitarios, gritos sin voz, en los que sólo quedan, pesares. Y me veo a mí mismo en una estación, esperando a alguien que no volverá, a alguien que me dió su amor, a alguien que me dejó atrás, atado a una promesa olvidada, que mi corazón transforma en cadenas, donde su último adiós fue el sello con el que sentenció mi condena, dejando por fin echada mi suerte, recordando tan sólo el último beso, ese hermoso beso, con el que firmó mi propia muerte... 16/08/2001
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